Vida

Vida
Casa Lamm
Enero 2012

Por: Janet Dawson

Ante la abundancia extravagante de texturas, colores, formas, patrones y capas que cohabitan en cada lienzo de Vida, la obra reciente de Juanita Pérez, el espectador se traslada de inmediato a un universo conmovedor, fascinante y lleno de enrgía donde el fundamento de lo que la artista concibe como la existencia se despliega en miles de formas. La fuerza imponente de estas piezas radica no solo en sus composiciones formadas por varias capas, sino en la poderosa vitalidad y el movimiento que emanan de cada pintura. Hay una fuerza palpable que irradia y captura magnéticamente la atención total de quien la admira. Esto permite que las narrativas que siempre se encuentran en el corazón de la obra de esta artista se desplieguen ante nuestros ojos. Hay un complejo mecanismo en estas piezas, que integra elementos históricos, cósmicos e iconográficos llenos de referencias a una gran variedad de fuentes.

Uno de los elementos más importantes es la fascinación que la artista siente por la historia y los usos del papel picado, que utiliza para simbolizar festivales, recuerdos, rituales sagrados y la niñez. El recuento de historias, juegos complejos, recuerdos del pasado se ocultan en los intrincados patrones y colores de esta manifestación trascendente y poderosa de la vida mexicana. Con una narrativa cimentada en estas tiras perforadas de papel, Pérez utiliza capas superpuestas de imágenes abstractas que muestran vívidamente los temas que ha elegido explorar. Un ejemplo de esto es Cometa, donde imágenes que parecen remolinos de colas de cohetes en plena aceleración buscan los cielos. Esta enorme energía y movimiento contrastan vigorosamente en la serie Pedacitos de cielo, donde los vistazos al azul cerúleo son un contrapunto de la elegancia, formalismo y superficies de elaborados patrones que contradicen la fuerza que forma parte integral de cada pieza.

El comentario de Hélio Oiticica de que “el color es la primera observación del mundo” podría haber sido escrito para describir la extraordinaria paleta de esta nueva serie de Juanita Pérez. Si bien la artista hecha mano de colores muy específicos y familiares que existen en la naturaleza, al mismo tiempo escandaliza al ojo con combinaciones inesperadas de verdes ácidos y magentas brillantes, provocando una redefinición de cómo percibimos el mundo natural. Un ejemplo en su uso de colores múltiples en la serie Casas, que refuerza los complejos patrones y formas que nos rodean en lo cotidiano, pero también nos invita a explorar entornos marinos, selváticos y celestiales.

La riqueza de referencias botánicas en muchas de estas obras está acompañada por un sentido de pujante naturalismo. Se hace evidente su fascinación por la hermosura y simetría de la naturaleza, en conjunción con algunos de sus aspectos sagrados, como lo muestra en Árbol mágico con luz de plata, cuyo árbol estatuario –ramas aplanadas y hojas contrastantes con un patrón complejo y luz moteada en plata sobre un fondo dorado con notas de ocre- nos recuerda el árbol de la ceiba, que se constituye como el árbol maya de la vida: Yache, el axis mundi, el orden estable del universo. Después de todo, esta es la quintaesencia de Vida, donde se nos ofrecen visiones de nuestra propia existencia a través de un brillante caleidoscopio de texturas y narrativas.